En España el girasol se introdujo y se desarrollo como cultivo oleaginoso en la década de los años 70 del pasado siglo XX, sustituyendo al barbecho en la rotación con cereales. En la actualidad, el cultivo de girasol desempeña un papel esencial en las rotaciones de secano del norte, centro y sur del país contribuyendo a la sostenibilidad, sanidad vegetal y rentabilidad de nuestra agricultura de secano.
La sostenibilidad del cultivo de girasol está basada principalmente en la baja cantidad de insumos necesarios para su desarrollo, basada en 2 pilares fundamentales: sanidad vegetal y fertilización.
Con respecto al primer pilar, sanidad vegetal, los híbridos de girasol que se cultivan actualmente en España son muy resistentes a plagas y enfermedades, bien de una forma natural o bien con la aportación de la mejora genética. Por esto en la mayoría de los casos no es necesario ningún tipo de tratamiento fitosanitario durante el cultivo. En su conjunto, el volumen de materia activa de productos fitosanitarios empleados en el cultivo del girasol es notablemente muy inferior a otros cultivos de nuestros secanos.
El único caso donde se utiliza tratamiento insecticida en el girasol es para el control de los gusanos de suelo en determinadas zonas de Andalucía, en el resto de España es innecesario. En este caso el insecticida se aplica en la semilla de siembra con dosis de materia activa muy bajas con respecto a otros métodos de aplicación (en superficie, en bandas o en surcos)
Con respecto a las enfermedades del girasol la principal es el mildiu (Plasmophora halstedii, Fig. 1). En España es sólo importante en Andalucía y prácticamente inexistente en el resto de las zonas de producción. Aunque existen fungicidas para el control de esta enfermedad, también en tratamiento de la semilla de siembra, el control se hace principalmente por medio de la resistencia genética, con lo cual la aplicación de fungicida es innecesaria en la mayoría de los casos. Solo es necesaria en casos muy específicos o en híbridos muy concretos.
El resto de enfermedades del girasol tanto de capítulo, Rhizopus (Fig.2), Botrytis y Esclerotinia como de hoja y tallo Verticilosis (Fig 3), Esclerotinia o Macrophomina son de escasa importancia en nuestro país y generalmente no existe tratamiento fungicida para su control. El único método de control para estos casos es la utilización de tolerancias genéticas y el uso de buenas prácticas agronómicas para evitar la aparición, difusión y desarrollo de estas enfermedades.
El agricultor no tiene que realizar ninguna aplicación de fitosanitarios para el control de plagas y enfermedades del girasol. En caso de ser necesario utilizarlos, en escasas ocasiones, se realiza por parte de las empresas de semillas en el tratamiento aplicado a la semilla de siembra.
El único momento donde el agricultor tiene que aplicar fitosanitarios en el cultivo de girasol es para el control de malas hierbas. La aplicación de herbicidas se hace en un solo momento del cultivo, bien en pe-emergencia del cultivo, posible en todas las variedades de girasol, o bien en post-emergencia del cultivo (3-4 pares de hojas) en variedades específicas como son las variedades Exprés Sum o las variedades Clearfield.
Con el sistema Clearfield también es posible el control del jopo de girasol (Fig. 4), uno de los grandes problemas del cultivo en toda Europa. Sin embargo, el control de jopo en España se realiza fundamentalmente por medio de resistencia genética, por lo que aplicaciones de herbicidas para su control son anecdóticas.
Con respecto al segundo pilar, la fertilización, afirmar que el girasol cultivado en secano y en numerosos regadíos no necesita ser fertilizado para obtener su máxima productividad. La raíz pivotante del girasol hace que explore los perfiles profundos del suelo de donde extrae tanto el agua como los nutrientes necesarios para su desarrollo.
En la rotación estándar de cereal/girasol el abono se aplica en el cereal tanto en fondo (N,P,K) como en cobertera (N), la mayor parte es utilizado por el cultivo de cereal pero hay una parte importante de nutrientes que van a parar a capas profundas del suelo por lixiviación, donde la mayoría de los cultivos (cereales, leguminosas,…) no tienen acceso. La mineralización de la paja deja también algunos nutrientes en el suelo superficial para el siguiente cultivo (Fig. 5).
El girasol vive de estos nutrientes que ha dejado el cultivo de cereal del año anterior ya que su raíz puede acceder a las capas profundas del suelo. De esta forma evita que estos nutrientes vayan a parar a los acuíferos, produciendo la contaminación por nitratos.
Por otra parte, los restos vegetales (las cañas) que deja el girasol en el suelo después de la cosecha aportan a la capa superficial del suelo, nutrientes para el siguiente cultivo. De esta forma aporta el 90% del potasio (K2O) utilizado, el 25% del Fósforo (P2O5) y el 34% del nitrógeno (N). Como ejemplo, para producir 1500 Kg/Ha de grano el girasol necesita 75 unidades de N, 28 uds. de P2O5 y 120 uds. de K2O que extrae de capas profundas del suelo y retornan por mineralización a capas superficiales 22 uds. de N, 7 uds. de P2O5 y 108 uds. de K2O disponibles para el próximo cultivo de la rotación.
El girasol junto a las leguminosas son los únicos cultivos que aportan nitrógeno a la capa superficial del suelo. Las leguminosas debido a la fijación de nitrógeno atmosférico por su simbiosis con Rhizobium y el girasol debido a que su raíz pivotante extrae los nutrientes de capas profundas del suelo apartándolo en la capa superficial. En el caso del girasol aparte de nitrógeno también recupera fósforo y potasio, dos elementos clave en la nutrición de los cultivos.
En los ensayos de abonado nitrogenado realizados por la AEG (Asociación Española de Girasol) en 2018 y 2019 en Andalucía, Castilla la Mancha y Castilla y León hemos observado que el girasol en condiciones de nivel óptimo y ligera deficiencia de nitrógeno en suelo no incrementa sus rendimientos con la aportación externa de este elemento. En campos con gran deficiencia de nitrógeno en el suelo superficial, la fertilización con este elemento (50 a 100 ud/Ha.) si incrementa el rendimiento del cultivo. El contenido graso del girasol no se ve afectado por la fertilización con nitrógeno.
Actualmente, en el contexto de cambio climático y calentamiento global en la que estamos inmersos es muy importante conocer el nivel de emisión de gases de efecto invernadero de nuestros cultivos. El girasol debido a la baja o nula necesidad de aportar fertilizantes y productos fitosanitarios durante su desarrollo y la gran producción de biomasa que es capaz de generar, especialmente en su raíz, es el cultivo que presenta la menor Huella de Carbono de todos los cultivos que están presentes en la rotación de nuestros secanos (cereales, leguminosas, colza).
AEG (Asociación Española de Girasol)